No envies mensajeros ven tu mismo.
No envíes mensajero, ven tú mismo.
No mandes a tu Ángel en campaña.
No otorgues protector ni des a nadie
el mando y el consuelo de tu vara.
Tu Gloria abrasa, quema los pecados,
y somos todos dignos de tu llama.
Mas eres Padre, pródigo en perdones
y más glorioso cuanto más agracias.
Por eso, ven tú mismo, Padre Santo,
y muestra entre nosotros tu llegada.
Levántanos, condúcenos, corrígenos,
mas tú, tan sólo tú, con mano blanda.
O envíanos tu propio corazón
mandando al Unigénito del alba,
a aquel que viene y entra hasta la médula
y nunca por venir de ti se aparta.
Que venga el Verbo y haga su aposento
en todo gozo, en toda pena y lágrima;
y sea nuestra crónica y camino
su historia verdadera y cotidiana.