Consejo a los sacerdotes
“Para ser Pastor según el corazón de Dios es necesario un profundo arraigo en la viva amistad con Cristo, no sólo de la inteligencia, sino también de la libertad y de la voluntad, una clara conciencia de la identidad recibida en la Ordenación Sacerdotal, una disponibilidad incondicional a conducir a la grey confiada allá donde el Señor quiere y no en la dirección que, aparentemente, para más conveniente o más fácil.
Esto requiere, en primer lugar, la continua y progresiva disponibilidad para dejar que Cristo mismo gobierne la existencia sacerdotal de los presbíteros. De hecho, nadie es capaz de apacentar la grey de Cristo, si no vive una profunda y real obediencia a Cristo y a la Iglesia, y la misma docilidad del Pueblo a sus sacerdotes depende de la docilidad de los sacerdotes a Cristo; por eso, en la base del ministerio pastoral está siempre el encuentro personal y constante con el Señor, el conocimiento profundo de Él, el conformar la propia voluntad a la voluntad de Cristo.
Queridos sacerdotes, “apacentad la grey de Dios que os está encomendada, vigilando, no forzados sino voluntariamente (...), siendo modelos de la grey. Por tanto, no tengáis miedo de guiar a Cristo a cada uno de los hermanos que Él os ha confiado, seguros de que cada palabra y cada actitud, si descienden de la obediencia a la voluntad de Dios, traerán fruto; sabed vivir apreciando los méritos y reconociendo los límites de la cultura en la que estamos insertos, con la firme certeza de que el anuncio del Evangelio es el mayor servicio que se puede hacer al hombre” (Audiencia General, miércoles 26 de 2010).
Jesús como modelo para los jóvenes “Los jóvenes tienen una sed en el corazón, y esta sed es una demanda de significado y de auténticas relaciones humanas, que ayuden a no sentirse solos ante los desafíos de la vida. El deseo de un futuro, hecho menos incierto por una compañía segura y fiable, que se acerca a cada uno con delicadeza y respeto, proponiendo valores firmes a partir de los cuales crecer hacia metas altas pero alcanzables. Nuestra respuesta es el anuncio del Dios amigo del hombre, que en Jesús se hizo cercano a cada uno. La transmisión de la fe es parte irrenunciable de la formación integral de la persona, porque en Jesucristo se realiza el proyecto de una vida lograda; como enseña el Concilio Vaticano II, “quien sigue a Cristo, el hombre perfecto, se convierte también él en hombre” (Discurso a la Plenaria del Episcopado italiano, jueves 27 de mayo de 2010).
El valor y la necesidad del trabajo “En el desarrollo de una sociedad, el trabajo ocupa un lugar de primer orden. En efecto, es co-existencial a la condición humana, ya que el ser humano se realiza plenamente por su trabajo. El amor al trabajo lo ennoblece y crea una verdadera simbiosis entre las personas, así como entre el ser humano y los demás elementos de la creación. Valorando el trabajo, el hombre puede satisfacer sus necesidades vitales y puede contribuir a la construcción de una sociedad próspera, justa y fraterna.” (Audiencia al nuevo embajador de Benín ante la Santa Sede, viernes 28 de mayo de 2010).
La importancia de la familia en la sociedad El futuro de nuestras sociedades depende del encuentro entre los pueblos, del diálogo entre las culturas en el respeto de las identidades y de las diferencias legítimas. En este escenario la familia mantiene su papel fundamental. Por ello la Iglesia, con el anuncio del Evangelio de Cristo en cada sector de la existencia, lleva adelante “el compromiso... a favor no sólo del individuo migrante, sino también de su familia, lugar y recurso de la cultura de la vida y factor de integración de valores” (Audiencia al Consejo Pontificio para la pastoral con Migrantes e Itinerantes, viernes 28 de mayo de 2010).
Descubrir la señal de la cruz “Dios es amor y nos llama a una vida de comunión con Él y entre nosotros. La Trinidad divina establece su morada en nosotros el día del Bautismo [...] En la señal de la cruz y en el nombre del Dios vivo queda contenido, por tanto el anuncio que genera la fe e inspira la oración. Por ello María fue la primera creatura plenamente habitada por la Santísima Trinidad” (Angelus, domingo 30 de mayo de 2010).